Qué significa...

Desertificación

¿Qué es la desertificación?

La desertificación se define en los informes del IPCC como “la degradación de las tierras en extensiones áridas, semiáridas y subhúmedas secas por efecto de diversos factores, en particular las variaciones climáticas y las actividades humanas”.

En este sentido, la degradación de las tierras indica la tendencia negativa en el estado del suelo, por causas directas o indirectas de las actividades humanas incluido, por supuesto, el cambio climático. Esta degradación se expresa como la reducción prolongada y la pérdida de la productividad biológica, integridad ecológica o valor para los seres humanos de la tierra.

Debido a su importancia tanto para el medio ambiente como para la humanidad, la lucha contra la desertificación forma parte de los Objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas (ODS). En concreto parte del número 15: “Vida de Ecosistemas Terrestres”.

¿Cuáles son las causas de la desertificación?

Las principales son: el cambio en el uso de la tierra, la intensificación del uso de la tierra y el cambio climático. Todas ellas han contribuido a la desertificación y a la degradación de la tierra.

Las acciones principales son:

  • Deforestación y tala indiscriminada. Práctica asociada a los cambios en el uso del suelo.
  • Malas prácticas agrícolas y agricultura intensiva. Agotan los nutrientes del suelo haciéndolo más vulnerable a los factores climáticos.
  • Mala gestión de los recursos hídricos. Conlleva a la sobreexplotación de los recursos naturales.
  • Prácticas ganaderas abusivas. Acciones como el sobrepastoreo, que erosionan gravemente el suelo e impiden la regeneración de la vegetación.

¿Cuáles son las consecuencias de la desertificación?

La deforestación se traduce en pérdida de hábitat para todas las especies, disminución de la calidad del agua dulce, aumento de la erosión del suelo, degradación de la tierra y el incremento de las emisiones de carbono a la atmósfera.

La degradación de la tierra puede tambalear la seguridad alimentaria (disponibilidad de alimentos y el acceso a estos) y los diferentes patrones de desarrollo socioeconómico por la exposición y vulnerabilidad de las personas a la escasez de agua en las zonas áridas.

La pérdida de biodiversidad es otra de las consecuencias, junto con el aumento del riesgo de enfermedades. En este sentido, desde Naciones Unidas se apuntó que el 75% de todas las enfermedades infecciosas nuevas en humanos son zoonóticas (que se transmiten de animales al ser humano) y que todas están estrechamente ligadas con la salud de los ecosistemas.

Otros riesgos asociados son la exposición de la población a incendios forestales e inundaciones que suponen grandes costes económicos. Según datos del IPCC, se prevé que Asia y África tengan el mayor número de personas vulnerables a una mayor desertificación.

Los datos de la Naciones Unidas lo dejan claro, más de 3 mil millones de personas están afectadas por la degradación de la tierra y hasta 143 millones podrían verse forzadas a salir de sus países antes del año 2050 para huir de la escasez de agua.

¿Cómo evitar la desertificación?

Para prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas de todo el mundo y así la desertificación, desde Naciones Unidas se ha declarado la Década para la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030). Es una iniciativa coordinada a nivel mundial, ante la degradación de los ecosistemas y se centra en desarrollar la voluntad política para restaurar la relación de los seres humanos con la naturaleza.

Además existe la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación, que se estableció en 1994 para proteger y restaurar la tierra y garantizar un futuro más seguro, justo y sostenible. Es el único marco legalmente vinculante, establecido para abordar la desertificación y los efectos de la sequía, que une a gobiernos, científicos, legisladores, sector privado y a las comunidades.

A grandes rasgos, se necesitan medidas encaminadas a desarrollar la capacidad individual e institucional, acelerar la transferencia de conocimientos, mejorar la transferencia y el despliegue de tecnología, habilitar mecanismos financieros, aplicar sistemas de alerta temprana, emprender la gestión de riesgos y subsanar las deficiencias de aplicación y ampliación. La transferencia de conocimientos y de tecnología puede ayudar a mejorar el uso sostenible de los recursos naturales para la seguridad alimentaria en un clima cambiante.

A nivel local, las soluciones que ayudan a adaptarse al cambio climático y mitigar sus efectos, al tiempo que contribuyen a combatir la desertificación, varían según el lugar y la región. Entre otras están: la captación de agua y el microrriego, la restauración de tierras degradadas con plantas ecológicamente adecuadas que sean resistentes a la sequía y otras prácticas de adaptación agroecológicas basadas en los ecosistemas.

En definitiva, la solución a nivel local para reducir la desertificación es la gestión sostenible de los recursos naturales, destacando la preservación de suelos fértiles y recursos hídricos.